10.7.13

El honor de los caballeros

El siguiente ensayo, escrito por la estudiante Lina María Munar, explora las relaciones entre el honor masculino y la paternidad en la novela Cien años de soledad (Gabriel García Márquez, 1967) y en la película Los viajes del viento (Ciro Guerra, 2010). Lina María Munar presentó este texto como trabajo parcial para la materia Literatura Colombiana dictada en los grados décimo y undécimo del Colegio Los Nogales de Bogotá.

Introducción

“-Te felicito -gritó-. A ver si por fin
ese gallo le hace el favor a tu mujer“.
Gabriel García Márquez, Cien años de soledad

Existen pocos libros que puedan retratar la cultura de un país sin caer en un tono melodramático, o, por el contrario, caricaturesco. Es especialmente difícil al tratarse de un país con una cultura y una historia tan violentas y complicadas como las de Colombia. Existe, sin embargo, una novela que lo hace de una manera precisa pero creativa: Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.

Esta obra es probablemente la novela más famosa del país, y su fama está bien merecida. García Márquez logra retratar a Colombia a través de la familia protagonista, los Buendía, y consigue mostrar, por medio de la saga de esta familia costeña, tanto la historia como la cultura de nuestro país.

Pero la literatura no es el único medio para abarcar estos temas. La película Los viajes del viento, del director Ciro Guerra, también muestra de forma ingeniosa e imaginativa la cultura colombiana. En este filme, un talentoso acordeonero llamado Ignacio Carrillo emprende un viaje, tras la muerte de su esposa, para devolver un acordeón que presuntamente le pertenece al diablo. Fermín, un muchacho que quiere aprender a tocar, lo acompaña y juntos recorren la región Caribe.

Existen diferentes temas que aparecen en las dos obras, entre los más importantes están el honor y la paternidad. Para los personajes de ambas obras el honor es central. Tanto en la novela como en la película, los hombres están dispuestos a defender su honor aunque esto tenga consecuencias nefastas. Dichas consecuencias son resaltadas por la utilización del realismo mágico, movimiento literario en el cual el autor incluye eventos fantásticos en una narración realista o exagera la realidad.

Sin embargo, los personajes de Cien años de soledad y Los viajes del viento no suelen actuar de manera honorable cuando se trata de sus hijos naturales, pues prefieren huir en vez de enfrentar el problema con valentía, lo cual es poco ético. Entonces, se puede afirmar que el honor para los personajes de estas obras no es sinónimo de una conducta ética sino más bien una simple muestra de su virilidad.

El honor como motor de los personajes

En ambas obras el honor impulsa casi siempre a los personajes a actuar. Y a pesar de que estas mismas acciones tienen consecuencias enormes, resaltadas por el realismo mágico, los personajes están dispuestos a lidiar con ellas con tal de mantener su honor.

Una muestra clara de esto son los duelos que aparecen a menudo en Cien años de soledad y en Los viajes del viento. En estos duelos, dos hombres se enfrentan para defender su honor.

En Cien años de soledad, José Arcadio Buendía se enfrenta en un duelo con Prudencio Aguilar después de que este lo deshonra resaltando que José Arcadio y su esposa no han consumado su matrimonio. José Arcadio Buendía rápidamente mata a Prudencio Aguilar en el duelo, pero este enfrentamiento tiene consecuencias nefastas pues pronto el fantasma del muerto comienza a acechar:

“Desde entonces [José Arcadio Buendía] no pudo dormir bien. Lo atormentaba la inmensa desolación con que el muerto lo había mirado desde la lluvia, la honda nostalgia con que añoraba a los vivos…” (Cien años de soledad, p.11 ).

En la novela, José Arcadio no solo debe lidiar con la culpa de haber asesinado a Prudencio Aguilar, sino que también, por medio del realismo mágico, el autor se encarga de imponerle un yugo mayor: el alma en pena de Aguilar. El fantasma deambula por la casa hasta que los Buendía deciden mudarse para que el muerto tenga paz. Por defender su honor, José Arcadio Buendía no solo mató a un hombre sino que también se vio obligado a abandonar su pueblo.

Duelos físicos, duelos musicales

Los viajes del viento es una película llena de duelos. Algunos son físicos, como el de la escena en la cual Ignacio Carrillo tiene que ambientar un duelo de dos hombres que pelean por honor a machetazos hasta que uno de los dos muere, y otros intelectuales, como las piquerias, duelos musicales, dónde dos acordeonistas se enfrentan haciendo coplas para ver quién es el mejor.

Fotograma de Los viajes del viento
Imagen tomada de Vibraciones Escolares

Pero quizás el duelo más importante de la cinta es uno que ni siquiera aparece en pantalla. Cuenta la leyenda que el maestro Guerra, un famoso acordeonista, se enfrentó al diablo en un duelo y le ganó el acordeón. Sin embargo se cree que el instrumento está maldito. Aunque conserva su honor, el maestro Guerra debe cargar con una maldición.

Como lo hace García Márquez en Cien años de soledad, Ciro Guerra utiliza el realismo mágico para aumentar las consecuencias de estos actos en defensa del honor. El acordeón pudo haber sido un simple acordeón, no obstante, el director de la película le añade una maldición que les traerá dolor y tristeza a los personajes que se topen con él.

Así, en ambos casos, las consecuencias de defender el honor son graves ya que traen consigo un elemento sobrenatural –un fantasma o una maldición son más insoportables y causan más tormento que la culpa– pero los personajes logran encontrar las fuerzas para afrontar estas consecuencias.

Una paternidad problemática

Pero aparentemente este comportamiento se queda en la aire. Los personajes no tienen la misma valentía cuando se trata de otro de los temas centrales de estas obras, la paternidad. En ambas obras se repite un elemento clave, el abandono de los hijos naturales.

En la novela, varios personajes tienen hijos extramatrimoniales, pero el caso más interesante es el del Coronel Aureliano Buendía. Durante su campaña militar varias muchachas son enviadas a su lecho, pues sus familias admiran al coronel y quieren sus genes:

“Úrsula ignoraba entonces la costumbre de mandar doncellas a los dormitorios de los guerreros, como se les soltaban gallinas a los gallos finos, pero en el curso de ese año se enteró: nueve hijos más del coronel Aureliano Buendía fueron llevados a la casa para ser bautizados” (p. 177).

Aureliano, quien ya había abandonado a otro hijo antes de partir a la guerra, va regando su descendencia por toda la región:

“En menos de doce años bautizaron con nombre de Aureliano, y con el apellido de la madre, a todos los hijos que diseminó el coronel a lo largo y a le ancho de sus territorios de guerra; diecisiete”.

Aun después de la guerra, Aureliano no tiene la menor intención de buscar a sus hijos ni a sus respectivas madres.

En Los viajes del viento este tema también es recurrente. Ignacio Carrillo le cuenta a Fermín sobre la vida del juglar, le cuenta que él tuvo varios amoríos y es probable que tenga hijos que no conoce. Fermín por su parte nunca conoció a su verdadero padre, quien era precisamente un juglar.

En la cinta se insinúa que Carrillo podría ser el padre de Fermín, aunque nunca queda claro. También parece que el acordeonista se encuentra con una de sus amantes en un pueblo, quien está acompañada por un niño que, de nuevo, podría ser suyo. Y, aunque se podría inferir que al final Ignacio Carrillo decide encargarse de los niños del maestro Guerra, quien falleció, Carrillo nunca acoge a Fermín.

Es claro que las consecuencias de los amoríos de los personajes son contundentes también, algunas también resaltadas por el realismo mágico, como los diecisiete hijos de Aureliano, pero los personajes las enfrentan de una forma distinta. En vez de lidiar con ellas y responsabilizarse, los protagonistas prefieren huir y continuar con sus vidas, una actitud egoísta, poco ética y deshonrosa.

Un honor poco honroso

Si el honor es algo por lo que los personajes masculinos de Cien años de soledad y Los viajes del viento están dispuestos a morir o matar, ¿por qué su conducta no es honorable todo el tiempo? Está claro que el honor no es una conducta éticamente correcta para ellos, como se entendería normalmente, sino que se trata de un simple sinónimo de virilidad.

Lo que defienden realmente en los duelos es su hombría. Por eso, no les importa actuar correctamente, ya que la hombría no depende de su responsabilidad. Así, se podría decir que tener amantes por montones aumenta su virilidad, cuidar a los hijos no.

En la cultura que retratan García Márquez y Guerra, esta importancia de la hombría es clave, ya que son los hombres los que actúan, los que aprenden cosas nuevas, los que viajan y exploran, mientras que las mujeres están confinadas a la casa. Un hombre puede dejar hijos por ahí y seguir siendo uno de los hombres más honrados y admirados, como el coronel Aureliano Buendía, mientras que una mujer pierde su estatus al tener hijos naturales.

Tristemente, esto no es solo cosa de la ficción. Colombia ha funcionado así por muchos años, y aunque esto ha ido cambiando con el tiempo, aún existen lugares y hogares donde este modelo se mantiene y los hombres son admirados no por su moral sino por su masculinidad. Esto solo permite y fomenta comportamientos violentos y abusivos por parte de los hombres.

Estas ideas seguirán evolucionando, y puede que hasta logren penetrar los pueblos más recónditos de Colombia y en los hogares más tradicionales. Si la gente está dispuesta a abrir la mente, los duelos, el abandono de los hijos y la noción de la mujer como inferior serán cosas exclusivas de la ficción.

Lina María Munar