20.3.12

El español: ¿lengua sexista?

En días pasados, se abrió en España un interesante debate sobre el carácter sexista de la lengua española con la publicación, en el periódico El país, del artículo "Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer" de Ignacio Bosque, miembro de la Real Academia Española.

El artículo ha generado una polémica nacional sobre qué se puede hacer y qué no, desde la lengua, para mejorar la situación de la mujer en la sociedad española actual. Es fundamental que este debate se extienda, sin demora, a todos los países de habla hispana.

Crítica a las guías de lenguaje no sexista

En su artículo —impecable desde un punto de vista académico— Bosque crítica una serie de guías de lenguaje no sexista publicadas por diferentes instituciones públicas y privadas de España en los últimos años. Uno de los principales defectos de estas guías, según Bosque, es que durante su elaboración no se tuvo en cuenta la opinión de los lingüistas:

Aunque se analizan en ellas no pocos aspectos del léxico, la morfología o la sintaxis, sus autores parecen entender que las decisiones sobre todas estas cuestiones deben tomarse sin la intervención de los profesionales del lenguaje, de forma que el criterio para decidir si existe o no sexismo lingüístico será la conciencia social de las mujeres o, simplemente, de los ciudadanos contrarios a la discriminación ("Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer").

Las guías que examina Bosque —las cuales participan de la tendencia actual, de inspiración anglosajona, hacia lo políticamente correcto— buscan evitar que los usuarios del español discriminen a las mujeres. Para lograrlo, promueven prácticas que contradicen el principio de economía de la lengua.

Por ejemplo, cuando digo más arriba: "Las guías [...] buscan evitar que los usuarios del español discriminen a las mujeres"; se me podría acusar, por la manera en que está redactada la oración, de "invisibilizar" a las mujeres. En ese caso, según muchas de las guías, yo tendría que haber optado por alguna de las siguientes formas:

  • "Las guías [...] buscan evitar que los usuarios y las usuarias del español discriminen a las mujeres".
  • "Las guías [...] buscan evitar que los/as usuarios/as del español discriminen a las mujeres".
  • "Las guías [...] buscan evitar que l@s usuari@s del español discriminen a las mujeres".

Todas estas opciones se caracterizan por complicar la comunicación al introducir enumeraciones innecesarias (los usuarios y las usuarias), signos superfluos (los/as) o grafías que nunca se han utilizado en español para marcar diferencias de género (l@s usuari@s).

La "visibilización" de la mujer: corazón del debate

Habría que preguntarse en qué medida todas estas "soluciones", que dificultan la comunicación, hacen avanzar la lucha de las mujeres por alcanzar la igualdad con los hombres. Nadie medianamente inteligente podría negar que aún queda mucho camino por recorrer en ese sentido. Es escandaloso —y Bosque es el primero en reconocerlo— que las mujeres sigan siendo víctimas, a diario, de discriminación salarial, violencia de género, acoso sexual y moral, cosificación publicitaria, etc. Y esto no solo en España sino en todo el mundo.

Sin embargo, la manera en que las guías de lenguaje no sexista tratan de atacar estos males puede resultar contraproducente. Todas ellas buscan, como nos lo recuerda Bosque, "extender la igualdad social entre hombres y mujeres, y lograr que la presencia de la mujer en la sociedad sea más visible". Por eso, estas obras están construidas sobre una retórica basada en las palabras "visible, visibilidad, invisibilidad, visibilizar o visibilización".

La definición que da el DRAE de la palabra "visibilizar" pone de manifiesto los riesgos que puede correr nuestra lengua si se obsesiona con la idea de visibilizar, a ultranza, a la mujer. Según el diccionario, "visibilizar" significa "hacer visible artificialmente lo que no puede verse a simple vista [...]". ¿Hacer tanto énfasis en "visibilizar" a la mujer dentro de las estructuras de la lengua no implica crear para ella una suerte de lugar "artificial" en el imaginario de los hispanohablantes? ¿Acaso decir "todos y todas" es garantía de que las mujeres dejarán de ser discriminadas en el mundo real?

Una manera de hablar artificial (y artificiosa), como la que proponen las guías de lenguaje no sexista, en lugar de garantizar la conquista de un estatus real de igualdad para la mujer, solo servirá para acallar las conciencias y generar una falsa sensación de ecuanimidad entre muchos hombres (y mujeres) que de hecho no creen en el feminismo. A la larga, eso solo contribuirá a perpetuar el sexismo. Ocurrirá algo similar a lo que pasa en países como Colombia, donde muchas personas creen que usar los términos "afrocolombiano" o "afrodescendiente" en lugar de "negro" basta para garantizar la inclusión social de las negritudes y la superación del racismo atávico y soterrado que nos caracteriza como nación.

Una confusión entre género y sexo

Desde un punto de vista lingüístico, el principal error que cometen las guías de lenguaje no sexista es confundir el género, que funciona en la lengua como una categoría gramatical, con el sexo, entendido como condición orgánica en el mundo real. Según Bosque, el principal problema de los abanderados de la "visibilización" de la mujer en la lengua:

Consiste en suponer que el léxico, la morfología y la sintaxis de nuestra lengua han de hacer explícita sistemáticamente la relación entre género y sexo, de forma que serán automáticamente sexistas las manifestaciones verbales que no sigan tal directriz, ya que no garantizarían “la visibilidad de la mujer” ("Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer").

Si los hispanohablantes nos pusiéramos de acuerdo para aceptar esta premisa, tendríamos que renunciar a un rasgo de nuestro idioma que, como nos lo recuerda Bosque, "está firmemente asentado en el sistema gramatical del español". Se trata del "uso no marcado (o uso genérico) del masculino para designar los dos sexos". Así, cuando decimos "todos", se sobreentiende que nos referimos a "todos y todas". De igual manera, cuando alguien dice: "Mis padres son muy estrictos", sabemos automáticamente que se está refiriendo a su padre y a su madre.

Esta característica de nuestra lengua garantiza una economía de palabras sin la cual sería muy difícil comunicarse. Renunciar a ella nos obligaría a enfrentarnos, cotidianamente, a textos tan extravagantes como el siguiente fragmento de la constitución de la Républica Bolivariana de Venezuela que cita Bosque en su artículo:

Sólo los venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra nacionalidad podrán ejercer los cargos de Presidente o Presidenta de la República, Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, Presidente o Presidenta y Vicepresidentes o Vicepresidentas de la Asamblea Nacional, magistrados o magistradas del Tribunal Supremo de Justicia, Presidente o Presidenta del Consejo Nacional Electoral, Procurador o Procuradora General de la República, Contralor o Contralora General de la República, Fiscal General de la República, Defensor o Defensora del Pueblo, Ministros o Ministras de los despachos relacionados con la seguridad de la Nación, finanzas, energía y minas, educación; Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes o Alcaldesas de los Estados y Municipios fronterizos y de aquellos contemplados en la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional.

La responsabilidad de los profesores

Nos corresponde, hoy, decidir cómo van a hablar y a escribir el español las próximas generaciones de hispanohablantes. El artículo de Bosque pone el dedo en la llaga y demuestra que este es un tema que no da espera. Se trata, sin duda, de una lucha ideológica en la cual todos (hombres y mujeres, por supuesto) tenemos que tomar partido. Bosque escribe:

El profesor de Lengua deberá decidir, como es lógico, qué normas explica en sus clases. Habrá de pensar si recomienda a sus alumnos que escriban l@s niñ@s (como se sugiere en AND-37), l@s actores/as normalmente involucrad@s (como se propone en UGT-33) y alumn@s o funcionari@s (como se recomienda en UPM-17), o deberá, por el contrario, pedir a sus alumnos que eviten estas expresiones, tal como recomienda la RAE, junto con todas las gramáticas normativas y los manuales de estilo de los medios de comunicación ("Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer").

Lograr que las mujeres alcancen la igualdad social con los hombres es un problema que nos compete a todos. Pero también nos compete evitar que el español se convierta en una lengua rebuscada a causa de un feminismo superficial y afectado que está comenzando a permear muchos sectores de la sociedad.

Todos los profesores, no solo los de lengua, tenemos una gran responsabilidad en este asunto. Tenemos que definir claramente, con nuestros colegas y estudiantes, en qué casos el español se vuelve sexista a fin de aplicar los correctivos necesarios.

Sin embargo, también tenemos que evitar caer en la paranoia del feminismo recalcitrante, ese que promueve palabras como "sujeta" y "miembra" y ve conspiraciones machistas en todo sustantivo y adjetivo que no se desdoble para señalar explícitamente la presencia de la mujer en la lengua.

Texto completo del artículo "Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer" de Ignacio Bosque

Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer